Al entrar al centro educativo de la vereda El Placer, el visitante se topa con unas bonitas cabañas de madera que hacen las veces de salones. Pero si éste aguza la mirada verá que en ellos cuelgan unas tejas pintadas con flores, cuyos nombres comienzan por las distintas letras del abecedario;
¿y cómo no?, si estoy en Santa Elena, el epicentro de la cultura silletera, se dirá esa persona mientras camina desprevenida, sin imaginar que detrás hay toda una estrategia pedagógica que ha sido jalonada desde hace varias décadas por la profesora Beatríz Álvarez, quien lejos de contentarse con los textos prefabricados que llegan a las escuelas ha entendido que el contexto educa, que éste no es algo dado, sino algo que se construye de manera dinámica con los demás docentes, los estudiantes y los padres de familia; es decir, en comunidad.
Por eso, ver a los niños en cualquier época del año, revisando materiales alusivos a la historia de su territorio o entonando canciones en honor a la tierra, prueba una vez más que leer la realidad inmediata, interactuar con ella, es la mejor vía para preservar las tradiciones de un territorio. No se trata de adoctrinar, la búsqueda es enseñarles a reconocerse como cohabitantes de un mismo territorio, donde las rutinas, el vestuario, el paisaje… Y tantas otras cosa, los unen; acaso, la verdadera esencia de eso que llamamos Patrimonio.
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