Nuestra casa patrimonial

La sede del AHM es una hermosa casa del siglo XIX. Un lugar de más de 100 años, declarado bien de interés patrimonial de la ciudad por la calidad de su técnica constructiva y la información que esta permite deducir en torno a la rutina de sus primeros habitantes.

La casa, construida en tapia y teja, conserva las maderas originales de las puertas, los pisos (en dos de sus cuartos), las ventanas que dan a la calle (con sus típicos “arrodilladeros”) y la de los cielorrasos en latón, reconstruidos a partir de los originales.

Tiene tres patios en piedra, característicos de aquella época. El patio central con pileta de agua en el centro, recubierta de mosaicos, fue una propuesta del restaurador de la casa, inspirado en las construcciones andaluzas.

El diseño de la casa está soportado en unas habitaciones que se conectan entre ellas, en forma de galería continua. En el costado oriental -que ya no existe-, estaban la cocina, el comedor, la repostería, el tránsito y los lugares de habitación de la servidumbre.

La familia

Los Villa Gaviria

Gracias a la documentación escrita y fotográfica se sabe que esta casa, construida en 1890, sirvió desde entonces y hasta 1957 como residencia de los Villa Gaviria. Una adinerada familia conformada por el comerciante Alfonso Villa Vásquez, su esposa Magdalena Gaviria y sus dos hijos Enrique y Jorge.

Según cuentan sus familiares, Magdalena Gaviria vivió en París desde los seis años, hablaba francés y prefería que le dijeran “madame”. Alfonso Villa cursó el bachillerato en Nueva York y uno de sus hijos, Jorge, fue un reconocido dandi que se codeaba con la alta sociedad de Madrid.

La calle que cruza por el frente de la casa, -Calle Colombia, entre las carreras Girardot y El Palo- se construyó por orden de los Villa Gaviria, como acceso a la vivienda. La familia era muy religiosa, a tal punto que donó a la iglesia la parte trasera de la casa, para que se construyera una capilla que les permitiera oír la misa

En una ocasión llegó al Archivo Histórico de Medellín una de las nietas de Alfonso y Magdalena, quien de inmediato se dirigió hasta el patio, para reencontrarse con una moneda de un centavo que ella y su hermano intentaron en vano desenterrar muchas veces… Una huella que muy probablemente dejaron los constructores de la casa que, con los años se tornaría en una especie de juguete inmóvil, para estos niños.